Israel Rojas Romero – Raghozini
Psicodinámica,
pg. 157
En Bogotá hice algunas experiencias de campos magnéticos; experiencias de orden completamente absurdo en apariencia, para mostrar la realidad del magnetismo. Por allá entre los años 26 y 30 estaba en la presidencia de la república el Dr. Abadía Mendez y
cualquier día vi a uno de sus ministros. ¡Aja! con aquel voy a experimentar. Lo fijé en mi imaginación, le puse un poco de cariño — porque este es el camino— y lo imagine haciendo la cosa más trivial del mundo (pero esto era para saber cómo operaban los campos magnéticos) Todo un señor ministro, sin embargo, lo cité equis día a las siete de la mañana (algo absurdo porque ellos se levantan a las diez) en la esquina de la calle 12 con carrera 7a y me fuí a las 6— 1/2 a esperar a mi cliente; hacían falta tres minutos para las siete de la mañana, cuando mi hombre venía en un tranvía; llegó y se des montó en la esquina y miró en todas direcciones; me saludó y yo le contesta el saludo; después sacudió su cabeza y se fué. Solamente era una experiencia y nada mas; había creado un acto imaginal y un campo magnético de afectividad y lo imaginaba haciendo las cosas.
Así probé que la acción de un campo magnético es la cosa más maravillosa. Afortunadamente yo, al viejo, no le hice ningún mal; solamente hacerlo levantar temprano, porque eso es lo que hay que tener en cuenta.
Después, me hice otra situación bastante difícil, pero para mi era más satisfactorio. Había una chica linda y yo la veía más linda porque era joven (ella y yo). Entonces la cité psicológicamente —no iba a hacer más— en la calle 13 con carrera 7a. , a una hora en que debía estar almorzando. Allí llegó tranquilamente. Miró por todas partes, me saludó y yo le contesté el saludo. De tal suerte que estas son cosas verdaderamente maravillosas.
Convencido hasta la saciedad de que estas eran las leyes del magnetismo, ya quedé, como quien dice, tranquilo. No se debe operar para estar molestando a la gente como en mi caso. Lo único que me satisface es que no era más que una experiencia.
Pero hay casos en que se puede prestar un servicio. Por ejemplo: tenía yo un muchacho
amigo, un hombre sencillo (era obrero) que tenía una tía en Agua de Dios enferma de lepra; yo no sabia, por supuesto, este detalle. Cualquier día me encontré a este muchacho en la calle y me dijo:
—Estoy desesperado, estoy arruinado moralmente.
—¿Pero, qué te pasa ? —le pregunte—
—Tengo una tía en el leprocomio; he trabajado durante diez años para acumular un poquito de dinero y llevarle un regalo y dinero en efectivo, porque ella me crió a mi y es mi segunda madre; ahora voy allí al Capitolio Nacional a pedirle al administrador del lazareto
que me dé el permiso para ir, y dice que no se puede, que allí no pueden entrar sino únicamente hermanos y esposos y que fuera de eso no hay ningún derecho para entrar. ¡Estoy destrozado! —No te preocupes —dije— yo te voy a conseguir el permiso;
camina.
—¡Cómo! Pero si yo vengo de allí y me lo han negado.
—¡Camine!
El director del leprocomio era hermano del arzobispo (en aquel entonces el arzobispo Herrera); yo le conocía de vista. Y ahí en la esquina de la octava con doce, lo imaginé dándome lo que yo necesitaba. Llegué allá y estaba el señor hecho un rey, como son los
altos empleados del gobierno y mucho más cuando son hermanos del arzobispo. Cuando mevió, me saludó y se vino:
—¡Qué se le ofrece mi amigo!
—Doctor, encantado de saludarlo —le dije— ¿cómo esta su
familia?
—¡Oh, muy bien!
—He venido a pedirle un pequeño favor : una licencia para que este amigo entre al leprocomio.
—Oh… con mucho gusto, con mucho gusto. ¡Secretario!
¡Secretario! ¡Escriba una licencia aquí para este señor!
Logré mi objeto. Había conseguido la finalidad para servir a
un pobre señor que es taba agobiado. El señor me dijo:
—¡Pero usted que tiene!
—Yo, nada; lo que tienen los demás.
—¡Pero yo no entiendo!, ¿usted es amigo de él?
—No…. Le he visto.
—¡Pero él se vino a saludarlo!
—Se vino a saludarme, porque yo necesitaba que viniera.
Todo se reduce a eso: UNA CLARA IMAGINACION Y UN BELLO
SENTIMIENTO. Esa es la manera de manejar el magnetismo universal.
Y la manera de destruirlo son las emociones y los pensamientos
absurdos.