Krumm Heller

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Nace el 15 de abril de 1876, en el poblado de Salchendorf de la ciudad de Siegen, Alemania. Hijo de Ferdinand Krumm Heller, capataz de minas y de Ernestina Krumm Heller, nacida en Leinhoss, de oficios del hogar.
Fue bautizado como Heinrich Arnord Krumm Heller en la Iglesia Luterana de su localidad. No hay detalles exactos de su infancia y adolescencia. En su época de estudiante leyó varias novelas de autores de renombre y clásicos de la literatura universal; entre ellos “Fausto” de Goethe, el más grande poeta Alemán, del cual podía decir largos trozos de memoria. Leyó también, alguna obras de la doctrina espirita, tema con el cual volvió a encontrarse años después en Sudamérica. Según testimonio de algunos familiares y amigos que convivieron con él en Alemania (entrevista realizada in situ por el estudioso del ocultismo, Cesar Arturo Rincón, quien nos proporcionó sus notas de viaje por Alemania, Suiza, Francia y México), tenía 16 años de edad, cuando hubo de emigrar a América.

El joven talento, dominado por su espíritu de aventura, se sintió atraído por el encanto del nuevo continente.

“Siempre nos habíamos considerado mexicanos y así, al llegar aquí de niño, me encontraba como en mi casa, pero tenía deseo de conocer toda la América Latina”.

Su afán por viajar y conocer lo llevó hasta Chile, donde residían otros familiares. 

“En nuestras venas debe de haber circulado sangre de excursionista. De nuestros cuatro hermanos, tres se encontraban ya desde hacía mucho tiempo en Chile, por eso era lógico que también yo fuera esperado allí”.

Demostrando tempranamente su vocación de escritor, en 1896, publica “Mi Sistema”. Obra desconocida en nuestros días, que no se refiera a la grandiosa enseñanza que de él hemos heredado, -la cual desarrollaría en años posteriores- sino a la manera que tenía de ver el mundo y la naturaleza un joven estudioso de 19 años.

El 7 de Febrero de 1897, en Concepción, Chile, contrae matrimonio con Rita Aguirre Valera, dos meses antes de cumplir los 21 años, del matrimonio nace un año después, Hiram Krumm Aguirre, terminándose más tarde por discordias en la familia, cuando apenas comenzaba a consolidarse.

Un año después de la salida de Alemania, en 1893, recibió la noticia del fallecimiento de su madre. Una inmensa consternación invadió su alma.

“Aquel golpe me anonadó/…/Yo renegaba, maldecía mi suerte; me costó una enfermedad física la idea de que al regresar a mi Patria, encontraría únicamente un pedacito de tierra que cubría aquel cuerpo santo”.

El beso de despedida, cargado de esperanza y sueños, había sido ciertamente el último beso de su madre. Entre el dolor y la desolación se deslizaban los días australes y fríos de aquél huérfano adolescente. Pero la soledad de las almas no es definitiva, una obra de Allan Kardec, con una filosofía que ya conocía desde niño, fue su salvación. Aquella lectura lo sacó del marasmo de su aflicción y logró mejorar su estado de ánimo.

“Aquella filosofía no me era nueva, la había leído de estudiante, hasta entonces llegaba a sentirla”.

Ese fue su inicio en el Sendero Espiritual. La muerte de su madre, cuando él tenía 17 años, fue el toque prodigioso del destino que lo condujo a la iniciación. Hasta entonces no había sospechado siquiera que a partir de aquel momento emprendería la trascendental carrera que lo llevó a desarrollarse como un genial coloso del ocultismo.

Como estudiante de la doctrina espirita, en la teoría y en la práctica, le absorbió todo su tiempo acaparo todo su talento; sin embargo, jamás llegó a evocar en las sesiones el alma de su madre. No perturbaría la santidad de las regiones superiores del espíritu, donde moraba aquella alma adorable, para traerla a esta condición terrenal.

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