Del Libro: Centros y cuerpos sutiles
Poseemos un cuerpo físico compuesto de órganos. Hasta los bebés lo saben.
Observad a los seres humanos: tienen la posibilidad de ver, de saborear, de tocar, de comprarlo todo y, sin embargo, siempre les falta algo. ¿Por qué? Porque no saben que para alcanzar la plenitud, para descubrir sensaciones de una intensidad y de una riqueza verdaderamente excepcionales, se necesita ir más allá de los cinco sentidos. En este
campo los orientales son capaces de tener experiencias absolutamente inimaginables para los occidentales.
En la India o en el Tibet, por ejemplo, ciertos yoguis viven en un hoyo cavado dentro de
la tierra. En esta oscuridad, en este silencio absoluto no hay ningún alimento para los cinco sentidos, que el yogui consigue adormecer a través de la meditación. Y cuando los sentidos dejan de funcionar, también dejan de absorber la energía psíquica destinada a los centros sutiles: entonces éstos se despiertan y el yogui empieza a ver, oír, oler,
tocar los elementos fluidos de las regiones superiores.
Cada órgano de los sentidos nos proporciona una parte del conocimiento del mundo, y es interesante constatar hasta qué punto estos sentidos están jerarquizados. El tacto no concierne más que a lo sólido, porque ni lo gaseoso ni lo etérico se palpan; algo los líquidos, pero, sobre todo, los sólidos. El gusto, en cambio, está especializado para los líquidos. Diréis: «No, cuando me como un dulce es algo sólido y tengo una sensación azucarada … » ¡Ah ! ,entonces os responderé que no habéis estudiado bien
la cuestión: condición indispensable para que el gusto funcione es que lo que os metáis en la boca pueda convertirse en líquido gracias a la saliva. Veamos, ahora, el olfato.
Es un sentido que percibe los olores, es decir, las emanaciones gaseosas. La nariz tiene, pues, conexiones con la materia, aunque ésta sea una materia sutil, en la que las partículas flotan en el aire. Luego, en relación al oído, ya no se trata de partículas materiales, sino solamente de ondas, de vibraciones. Y lo mismo ocurre con la vista. En relación a la vista estamos prácticamente en el mundo etérico. Por lo tanto, podéis ver que los cinco sentidos están jerarquizados, desde el más grosero hasta el más sutil.
Ahora bien, si se quiere penetrar en el mundo astral no se deben utilizar los cinco sentidos. Hace falta otro sentido apropiado a este mundo, es decir, capaz de percibir una materia aún más sutil. Todos los que aún no han desarrollado este sexto sentido, no pueden darse cuenta de que existe otra materia, otra región. No sospechan que circulan por el universo otras vibraciones que pueden ofrecernos sensaciones mucho más amplias e intensas.
Para tocar un objeto, hace falta estar muy cerca de él. Para saborearlo, también. Para oler un perfume, podemos alejarnos un poco. Para captar un sonido, la distancia puede ser mayor … Y para la vista, aún puede aumentar más puesto que los ojos se formaron para permitirnos recibir informaciones y conocimientos aún más lejanos. Veis, de nuevo, cómo la naturaleza ha establecido, de forma verdaderamente inteligente, esta jerarquía entre los cinco sentidos. Pero no se ha detenido ahí y ahora otros sentidos deben ponernos en contacto con regiones más vastas y lejanas.
Hasta que el ser humano no haya desarrollado los órganos que pueden ponerle en contacto con las regiones y entidades más elevadas, puede afirmarse que no sabrá gran cosa. Podrá hablar, escribir, explicar, criticar, juzgar, pero seguirá inmerso en el error, porque sólo conoce una parte de la realidad. Si quiere conocer toda la realidad, hace falta
que se ejercite en despertar otras facultades que siempre ha poseído pero que están dormidas, a la espera de ser utilizadas.
«Sería una pena que estuviéseis diez años o veinte años en una Escuela iniciática sin haber aprendido a dar valor a las riquezas que vosotros mismos poseéis.» O. M. Aïvanhov
Centros y cuerpos sutiles – Omraam Mikhaël Aïvanhov