Pensemos intensamente que poseemos mucha Vida y que la manifestamos mental y psíquicamente a través de nuestros pensamientos y de nuestros actos. Retengamos ese pensamiento procurando mantenerlo constantemente. No dejemos que el pensamiento nos huya; conservémoslo siempre en la mente. Repitamos la frase «YO ESTOY VIVO», cuando despertamos por la mañana, al medio día y por la noche antes de dormirnos, durante el día y siempre que sea posible o por lo menos cada hora.
El Yo interno está constantemente cerrado en la cáscara o envoltura que le pone nuestro Yo externo. A pesar de esto no es posible retenerlo en nuestra imaginación, no obstante esta a nuestro alcance, cuál es nuestra propia fisonomía, en sus más vivos detalles. Conocemos a los demás que nos rodean y por eso podemos decir que fulano se parece a zutano, pero jamás
diremos que nosotros mismos nos parecemos a alguien.